Marcelino dejó la escuela en su niñez al presenciar malos tratos por parte de un educador a un alumno, hecho que lo conmovió y lo marcó. Se dedicó al pastoreo hasta su adolescencia. Su tía Luisa, una monja de San José expulsada del convento por la Revolución (Francesa) tuvo mucha influencia en su educación. Ingresó al seminario para convertirse en Sacerdote, con muchas dificultades y requiriendo un gran esfuerzo de su parte. Allí tiene como compañeros a Courveille y Colin, quienes, al convertirse en Sacerdotes junto con Marcelino, fundaran la Sociedad de María en Fourviere, proyecto de una sociedad religiosa consagrada a la Virgen María. Como Sacerdote es encomendado como Vicario Parroquial al pueblo de la Valla-en-Gier, donde en Octubre de 1816 asiste en su lecho de muerte a un joven llamado Jean Bautiste Montagne. La muerte del joven en un contexto de desesperanza, miedo, sin conocer a Dios, marcaron a Marcelino y a los pocos meses, el 2 de enero de 1817 inicia el proyecto "Les Petits Freres de Marie", más tarde la congregación de Hermanos Maristas. Marcelino vivió hasta los 51 años. Fallece el 6 de Junio de 1840 rodeado de sus Hermanos. Fue beatificado por Pío XII en 1955, y más tarde canonizado, el 18 de abril de 1999, por el papa Juan Pablo II.
BEATIFICACIÓN DE MARCELINO CHAMPAGNAT
El día 29 de mayo de 1955, en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, fue beatificado nuestro fundador, San Marcelino Champagnat. A los 46 años de su muerte, en 1886, comenzó el recorrido que condujo a la beatificación y a la canonización (1999). El proceso diocesano duró 5 años y en 1896, el Papa León XIII firmó el decreto de introducción de la causa, dando a Champagnat el título de Venerable. 59 años más tarde, en la solemnidad de Pentecostés fue beatificado en la celebración presidida por el Cardenal Tedeschini. La beatificación En esta tibia mañana de Pentecostés, 29 de mayo de 1955, cuando todavía el aire no está pesado por el agobiante calor del verano romano, grupos de hermanos maristas de todas las provincias del Instituto, venidos de 35 países y representando otras tantas nacionalidades, convergen de todos los puntos de la ciudad hacia la Basílica de San Pedro. Van a asistir a la beatificación de su Padre, el Venerable Marcelino Champagnat. Son 600 que han sido escogidos para representar a sus hermanos en estas grandiosas ceremonias, 600 privilegiados, designados por la suerte o escogidos de oficio a causa de sus funciones, o por otras razones, que los hacen sentir casi avergonzados por encontrarse aquí, en lugar de tantos otros que lo habrían merecido tanto como ellos. Pero bueno, han sido designados y han venido. Por una vez, la obediencia les habrá resultado muy agradable. Desde la víspera, uno tiene la impresión de que hay hermanos maristas por todos lados en la Ciudad Eterna, porque su rabat blanco sobre el hábito negro hace que se los reconozca de lejos y, porque dado que tienen tan poco tiempo, lo aprovechan para ver los más bellos monumentos de Roma. Se apresuran hacia la basílica, felices y radiantes. Como para no estarlo… Es por su Padre amado todo este despliegue, estos grandes cuadros suspendidos a la entrada de la basílica o en la gloria de Bernini, estas decoraciones suntuosas en el interior de San Pedro; para él, todos estos homenajes que se le rinden en el centro de la catolicidad. Los peregrinos de paso que vienen a San Pedro para aprovechar la beatificación, les dirigen miradas llenas de admiración y casi de envidia.
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